Malaquías 1,8
Tratado del sacerdocio n. 9: Según san Jerónimo, quiere decir que la oración que el sacerdote ofrece al Señor no ha de ser ciega en lo que pide, regida por espíritu humano, sino con lumbre del Espíritu Santo; ni ha de ser flaca ni floja, sino eficaz, atenta y muy poderosa.