Sermón 32
[Sermón 32. El Hijo y el Espíritu Santo vinieron a remediarnos][1]
TRATADO III
Del Espíritu Santo.
Ego veni vt vitam habeant, et abundantius habeant.
Yo vine para que tengan vida, y [en] más abundancia (Io. 10,[10]).
Consideraciones sobre este Euangelio
[Exordio]
[1.] Los negocios en que va la vida, suelen ser muy estimados y tratados con gran cuydado y diligencia. Solemos dezir: ¡O Señor, que me va la vida en ello! Todo cessa, quando dezimos: va me la vida en esto.
En el tiempo passado leemos, que por oraciones y ruegos del Profeta Eliséo dio Dios nuestro Señor, vn hijo a vna buena muger, y en saliendo el muchacho al campo murió; diole vn gran dolor de cabeça y vinóse a su casa, y murió en los braços de su madre. Púsolo assí muerto encima de la cama del Profeta Eliseo, y la buena muger biuda y lastimada, salió al monte Carmelo a buscar al Profeta Eliseo, y con amargura y angustia de coraçón se echó a sus pies, y díxole: Sieruo de Dios, Nunquid petij filium a Domino meo? nunquid non dixi tibi? etcétera [2 Re 4,28]. Muy mayor es la pena que he recebido con su muerte, que el alegría y gozo que recebí quando me lo dieron.
Entonces mandó el Profeta a su criado que tomasse su báculo, y fuesse donde estaua el niño muerto y le tocasse con él. No se contentó la buena muger con esto: échase otra vez a sus pies, y dixo: Viue Dios, sieruo suyo, que no yré de aquí, si primero no vas comigo [cf. 2Re 4,30]. Pudo tanto el ruego importuno desta muger con el Profeta, que se va con ella: y llegan a su casa, y entra a la cama donde estaua el niño muerto: sube el Profeta, y encorváse todo sobre el niño difunto, junta su boca con la del niño, y ojos con ojos, y manos con manos, y cuerpo con cuerpo: al fin juntóse todo con el niño, apocóse, encogióse el Profeta Eliseo, y viue el que estaua muerto, resucita el que estaua difunto. Tomóle el Profeta y sacóle a fuera y dalo viuo a su madre, y dizele: En viuit filius tuus [1Re 17,23]. Cata aquí a tu hijo que viue. Verdaderamente conozco que eres sieruo de Dios, y que viue el Señor en ti[2], dixo la buena muger. ¿Aurá aquí alguna madre que sepa llorar su muerto? ¿que sepa llorar y importunar algún santo Profeta?
[2.] Llamase Semen, porque assí como vos nacéys por generación de sangre, y lo que ella haze, haze acá el Espíritu Santo, y el mismo amor que la sangre pone esse mismo pone el Espíritu Santo en el ánima donde mora, y adonde viene. Entendedme, que si viene el Espíritu Santo en vosotros, tendréys amor a vuestros próximos, como a vuestros hermanos, y aun más.
—¿Porqué?
—Porque más fuerte es el engrudo y liga del Espíritu Santo, que el de la sangre, el qual haze solamente amar al padre y a la madre, y a los hermanos, y parientes.
[3.] Y por esto, puesto caso que la Virgen santa María nuestra Señora, a sólo Iesu Christo nuestro Redemptor tuuo, y fue su hijo natural; pero porque fue allí derramado el Espíritu Santo abundantemente en su coraçón y entrañas, ámanos en gran manera, ámanos entrañablemente. No ay comparación de esposo a esposa, ni de madre a hijo, ni de hijo a padre: más fuerte es el amor espiritual que como a hijos adoptiuos nos tiene.
—¿De dónde es esto?
—El mismo Espíritu Santo es ternura, es amor: Deus charitas est [1Jn 4,16]. Y como tan grande abundancia y plenitud, se infundio en la Virgen, no tiene que ver la biuda con ella. Las oraciones, y ruegos, y lágrimas de nuestra verdadera madre, truxeron al grande, para que se hiziesse chico, y el que es sobre todas las cosas, se hiziesse vna cosa, y se apocasse, se encorvasse, y abaxasse, y el eterno se hiziesse temporal. Esta Señora es por cuyas oraciones todo lo que se pide se alcança del Señor.
[Morimos en Adán en ánima y cuerpo. ¿Quién lo remediará?]
[4.] Yo vine para que tengan vida, y más abundantemente la tengan [Jn 10,10]. Este Euangelio habla aquí a los pastores; y pues no están aquí, auremoslo de traer a nuestro propósito, que somos las ouejas.
Ya sabéys que Dios nuestro Señor nos quiere bien, muy antiguo es el amor. Al amigo viejo no le hemos de desechar. Ya sabéys, cómo quanto crió nuestro Señor Dios, todo fue para nosotros, y para nuestro seruicio y prouecho. Crió el Cielo, y la tierra, el Sol, y la Luna, la mar, y todo quanto en ellos se mueue, estrellas, árboles, pesces, animales. Señor Dios mío, ¿para qué? todo para seruicio y regalo del hombre: «Quiero poner casa a mi hijo». Estaua todo lo dicho criado, estaua como vazía la casa, crió al hombre de lo más ínfimo de la tierra: y como buen ollero, desque lo tuuo formado de la tierra, soplóle en la faz soplo de vida (el hebreo dize «en las narizes»). En soplando que el Señor le sopló; leuantóse el hombre viuo [cf. Gén 2,7],
[5.] Sicut corpus sine spiritu mortuum est [cf. St 2,26].Assí como el cuerpo sin anhélito es muerto, assí está muerta el ánima sin el Espíritu Santo. Este Espíritu Santo es ánima de nuestra ánima. Sopló Dios nuestro Señor en el primer hombre, Spiraculum vitae, resuello de vida, y luego la tuuo, y aquello fue figura de la vida espiritual. Diole nuestro Señor Dios a Adam cuerpo: y para que aquel cuerpo tuuiesse vida y viuiesse, diole ánima que lo viuificasse: y para que aquella ánima también tuuiesse vida diole Espíritu Santo, Spiritus vitae: dize sant Pablo [cf. Rom 8,2], vida de mi vida, alma de mi alma, diole soplo de vida corporal: diole también soplo de vida espiritual, fuele dado Espíritu Santo[3].
[6.] ¿Vistes nunca, que viuiendo en estas dos vidas, los primeros hombres comieron y murieron; comieron y costóles la vida? Quan bien acertado está, todo el bien de vna criatura que a Dios quiere agradar: está en perder su libertad y su querer propio y voluntad. Fue Eua sin licencia a passearse por el huerto. Sin licencia fue, que si no fuera assí, no cayera[4]. Engañóla el demonio, comió como el demonio le aconsejó, y murió el ánima: porque el pecado es pestilencia del ánima, es rejalgar para el ánima. Aut potest aliquis gustare, quod gustatum affert mortem? [Job 6,6] ¿Quién está aquí tan fuera de juyzio, que comiesse manjar que sabe cierto, que comiéndole le auía de matar?
Mandáronles a nuestros primeros Padres, que no comiessen del árbol vedado: y certificólos nuestro Señor, que luego que del comiessen morirían; y comieron y murieron. Para manjar del cuerpo les auía criado Dios en el Parayso terrenal muchos árboles, y para manjar del ánima mandóles, que del árbol de la vida [sic] no comiesen [cf. Gén 2,17; 3,22]. De manera que la obediencia les dio Dios nuestro Señor para su ánima. Comiendo de los árboles que nuestro Señor auía criado en el Parayso, comían los cuerpos de nuestros primeros Padres, y viuían vida de ánima: manteníanse, y dejando de comer del árbol vedado, comían el fruto de la obediencia, y viuían vida espiritual. Desobedecieron al mandamiento que Dios nuestro Señor les auía puesto, y murieron por la desobediencia muerte de ánima: porque quisieron hazer su voluntad, y comen y mueren sus ánimas. Quedan obligados a morir corporalmente queráys, o no, corporalmente vuestro viuir es morir: daos por muertos, pues la vida no es otra cosa sino vna prolija muerte: como quando vno está en la cárcel sentenciado a ahorcar, y ya no ay apelación, ni tiene remedio ninguno: a este tal dadlo por muerto; pues está tan cerca de la muerte, pues no tiene remedio alguno. Murió nuestro Padre Adam en el ánima, murió en el cuerpo, y todos quantos del venimos, quedamos obligados a morir como él.
[Los que vinieron antes de Cristo, ladrones eran]
[7.] ¿Qué remedio? ¿quién remediará esta muerte del ánima y del cuerpo? Entra el Euangelio; dize nuestro Señor Iesu Christo: Omnes quot quot venerunt, fures sunt [Jn 10,8]: todos los que vinieron antes de mí, ladrones y robadores son.
¿Qué tal quedó el género humano? ¿Qué tales quedamos nosotros? Perdida la vida del ánima, y obligados a morir corporalmente. ¿Qué tal está el que ha perdido la gracia? Está como vn hombre que está condenado a muerte, que después de muerto se juntan a hazer experiencias de anatomía en él, y lo despedaçan, y acuchillan miembro por miembro; házenle aquello porque ya está muerto. ¡Qué de crueldades haze el demonio, y todos los demonios en vn ánima que está sin Dios, que está muerta por el pecado! ¡qual lo paran, qual lo lleuan al que ha perdido su ánima, al que condenaron a muerte, porque ofendio a Dios nuestro Señor! Plega a Dios que no lo prouemos: pero si lo prouastes, quando venía la tentación, luego os lleuaua: quando se os ponía vn deleyte delante, luego os lleuaua: quando venía la carne, y hazía lo mismo por vna parte, y el mundo por la otra: todos dan en aquella ánima que dejó a Dios, que boluió las espaldas a Dios por el pecado, todos la hieren y la acuchillan, y hazen pedaços: ya os dan vna puñalada, por no querer vos perdonar vna injuria: ya os dan otra, por tener vn rancor con otro: ya os dan otra, en persuadiros, que robéys lo ageno. Todos son ladrones los que antes de mí vinieron: todos los que a tu ánima venían ladrones son, Fures erant.
[8.] Como dizen los Iuristas, ladrón es el que hurta claramente en el día, en la lumbre del Sol. Vínote vna tentación de la carne: y aunque sabías, que consintiendo en aquella suziedad, perdías a Dios claramente, y lo entendías assí, y lo creýas, que por aquello perdías a Dios y su amistad: y no obstante esto lo cometías, este tal pensamiento, esta tal tentación es ladrón de medio día [cf. Sal 90,6 (Vulg)], es ladrón que acomete en la lumbre del Sol, pues que haze consentir en el pecado, sabiendo que hazes mal en ello, sabiendo que por aquello perdías a Dios, y su amistad y gracia. Gran ceguedad, y gran miseria es la tuya, sabiendo, quán gran pérdida es la que pierdes, perdiendo a Dios, y lo que ganas que es infierno para siempre: por vna miseria, por vn deleyte, que en vn momento se passa, pierdes a tu Dios: y pesa más delante tus ojos vna fealdad y vna suziedad que Dios. Claramente escojes por mejor la maldad, y oluidas a Dios, fuente y abysmo de todos los bienes: y haziendo esto dejaste de hazer fuerça, aunque no del todo, porque libremente quieres. Este es el ladrón que viene de día, y te roba tu ánima, y la deja sin Dios y llena de todos los males.
[9.] El robador que viene de noche es el más peligroso y más de temer. Tienes vn buen pensamiento, y date Dios vn desseo de le seguir en algo, y dizes: «¿Para qué quiero riquezas? ¿para qué quiero fausto? ¿para qué quiero honra vana? Quiero dejar todo esto, quiero passarme con poco, quiero ser pobre no quiero tratos, no quiero trampas, no quiero oficios, no quiero nada deste mundo». Viénete otro luego, y dizete, «Déjate desto, Esso es perfección, essa vida es de perfectos; sé que bien puedes mercadear, y tratar, y ser rico y saluarte; ¿Quién te quita que no siruas a Dios y des limosnas, y hagas muchos bienes? antes los bienes dan más y más aparejo para saluarse el que los tiene, que no si fuesse pobre: porque la pobreza acarrea muchos males, haze distraer al hombre, andando cuydadoso de las cosas que ha menester, y faltándole las más vezes: Anda que esso, no lo quiere Dios, sino que anden sus sieruos alegres, y riéndose. La tristeza y el andar la cabeça baxa, y traer los vestidos rotos y de mal paño, haze que seas conocido, y te tengan por Santo, y desta manera caerás en algún pecado de soberuia: más vale que andes como todos andan, que no seas singular, que te comuniques con todos, que te vistas razonablemente; más vale que andes humilde en lo de dentro que no en lo de fuera: que aquello es lo que mira Dios, que lo de fuera poco haze al caso, antes ayuda a encubrir la santidad del coraçón, y desta manera estarás más seguro». Todo esto trae el demonio, no para que pares en esto, que no es de sí malo, sino para de aquí lleuarte poco a poco a cosas peligrosas, de donde pierdas a Dios: y assí hazerte entender que no ay peligro adonde le ay. Estos son los robadores que vienen solapados debajo de buenas y razonables colores.
[10.] Otros ay más peligrosos que estos, y que más daño hazen, Dios nos guarde de espíritus y imagen de bestias, peores que brutos animales. Homo cùm in honore esset non intellexit, comparatus est iumentis insipientibus, et similis factus est illis [Sal 49,12(48,13)]. Como el hombre estuuiesse en honra, que lo crió Dios en ella, no entendio lo que tenía: pecó, y comparado es a las bestias, hecho es semejante a ellas. Mas ¿qué dirá Dios nuestro Señor, quando vea que vn gusanillo de vn hombre tenga fantasía, quando vea que vn hombrezillo, que delante de sus ojos es tan bajo y desagradecido que dirá? Dijiste que eras rico y eres pobre; dijiste que eras bueno, y eres malo. Guárdeos Dios por quien es, de tántico viento de coraçón, guárdeos Dios, hermano, de tántica presumpción, de tántica vanagloria. ¡El Christiano!, ¿fantasía de qué? Avergonçarnos teníamos y afrentarnos, y corrernos de nosotros mismos, quanto más tener fantasía. Como bestias viuimos, como bestias comemos, como bestias dormimos, y como bestias morimos.
[Viene Jesucristo a poner remedio]
[11.] Vuo Dios compassión de nosotros: si quiera porque nos crió, no quiso dejar de remediarnos. ¿Y quánto le costó, si os plaze, el remedio? Vn pecado hizo Eua, pero bien caro costó. Vino Iesu Christo segunda persona de la santissima Trinidad, y vino el Espíritu Santo a poner remedio en esta llaga: mira lo que crees, que el hijo de Dios, y el Espíritu Santo vinieron a la tierra para tu remedio. Y pues el ánima del hombre es semejante a Dios en la naturaleza, y en la bondad, y conocimiento que tiene de Dios. El ser del ánima no se perdió: aunque el hombre muere, el ánima no se muere, siempre será. Y como el Padre sea fundamento de las Personas divinas, atribúyese a él el ser. Y como aquel ser no se perdió, no vino el Padre. Perdiose el conocimiento del hombre, y vino el Hijo. Perdiose la bondad del hombre, y vino el Espíritu Santo.
[12.] Vino el Hijo, porque nuestros pecados fuessen perdonados: vino el Hijo, porque se le hizo grande enojo comiendo la mançana, porque comieron por saber la sabiduría del Hijo [cf. Gén 3,6], porque por el pecado (como dize San Pablo) nacimos hijos de yra, y de enojo [cf. Ef 2,3]: No nos miraua Dios como a hijos, si no como a malos esclauos, éramos detestables delante de los ojos del Padre: vino Iesu Christo al mundo, para que viniendo él por amor de los hombres, el Padre los amasse y quisiesse bien, y los mirasse con buenos ojos, y morasse entre ellos. Esta fue la empressa de Iesu Christo, que, como el Padre se fue del hombre por el pecado, por su Hijo boluiesse la cara a él. Si vieres llorar al Niño en el portal y en el pessebre por esto llora. Si lo vieres circuncidar, por esto le circuncidan. Si lo vieres tener hambre, por esto la tiene. Si lo vieres tener sed, por esso es. Si lo vieres amarrado a vn poste y açotado, por esto es. Si lo vieres abofeteado y coronado de espinas, por esto es. Si lo vieres enclauado y muerto en la Cruz, por esto es.
[13.] ¡O Redemptor mío, qué te mouió a padecer tanto por amor de los hombres! ¿por que mercaduría andáys vos Señor tan codicioso, que ni el Sol que os haze sudar os estorua de día, ni el yelo de la noche te impide? Mercader celestial, ¿qué es esto que andas a buscar tan cansado? Andaua muerto de amores por nosotros. Dízese que Iacob siruió catorze años a su suegro Labán porque le diesse por muger a Rachel [cf. Gén 29,18-30], y durmió en el campo al frío y al calor, y parecíale todo poco. Callen, callen todos los amores, en comparación de los de Iesu Christo: todos son fríos comparados con estos. ¡O Redemptor mío, seruistes vos por Rachel! siruió Iesu Christo, trabajó Iesu Christo en este mundo por otra Rachel, no catorze años, sino treynta y tres, que en todos ellos no descansó vn día: ¡o bendito sea tal enamorado! Andaua Iesu Christo de noche y de día al frío, y al ayre, al calor, y al estío: ¡qué de trabajos, qué de cansancios passó nuestro Redemptor por esta su Esposa! ¡Quantas noches se te passaron, ò Redemptor mío, de claro en claro que no dormiste, derramando muchas lágrimas por nosotros a solas en oración, y rogando a tu eterno Padre, que perdonasse[5] a los hombres! Dize el Apóstol san Pablo. In diebus carnis suae preces supplicationesque ad eum, qui possit illum saluum facere a morte [Heb 5,7]. En los días de su carne, todo el tiempo que viuió en este mundo, rogaua a su Padre que nos saluasse pues él era el que lo podía hazer. ¡O quién le tomara solo, assí como estaua llorando, y le dixera, Redemptor mío, porque lloráys? que auéys? ¿quién es causa de essas lágrimas? ¡O quién fuera tan digno de limpiarlas! Llora Iesu Christo porque tú te rías, llora porque tú descanses: llora por tu consuelo: llora en la tierra porque tú vayas al Cielo: llora por el perdón de tus pecados, y porque te llegues a él, y no le ofendas.
[14.] ¿Qué es esto, Señor, con tanta ansia buscáys? él lo dize: «Padre, No busco otra cosa, ni quiero otra cosa, si no que con el amor que me amáys a mí, améys también a estos»; como si dixera: «Ya yo sé Padre mío, que la causa porque los auéys de amar, soy yo: quiero estar en ellos, porque amándome a mí améys a ellos» [cf. Jn 17,23]. Toda su vida se le passó a nuestro Redemptor buscando nuestro consuelo, con fatigas y cansancios, assí de dentro como de fuera de su sacratissimo cuerpo, y los trabajos, y dolores le parecían pocos en comparación del desseo que tenía de nuestra redempción, y quería que se efectuasse, costasse lo que costasse: y el mismo lo dixo, «¿A qué pensáys que vine al mundo sino a meter fuego? ¿que quiero, sino que arda? con vn baptismo tengo de ser baptizado, ya estoy angustiado hasta que venga aquel día» [cf. Lc 12,49-50]. Él era el fuego, y auía de ser encendido, y sabía que el baptismo era quando auía de derramar su sangre en la Cruz, y desseáualo nuestro Redemptor. ¡bendíganle los Ángeles Señor por ello! no como nosotros, que a vn trabajuelo que nos venga lo sentimos, como si nos llegasse a los ojos, y huymos dél: y sabía él lo que le auía de costar a él, que su Padre quisiesse bien a los hombres: y con todo esso lo desseaua: sabía él, auía de ser assado con fuego de tormentos en la Cruz, y dezía, «Ya estoy desseando que arda». Auía de ser nuestro Redemptor assado en la Cruz en figura del Cordero de la vieja Ley; «todo me parece poco, ya desseo el día en que tengo de remediar al hombre». Qui proposito sibi gaudio sustinuit Crucem confusione contempta. Dize San Pablo; Puesto delante de sí el gozo, sufrió el tormento de la Cruz de buena gana menospreciando la deshonra [cf. Heb 12,2].
[15.] —Señor, ¿de qué os gozáys? Redemptor mío, ¿qué es la causa de vuestro gozo?
—Por ver[6] al género humano libre de pecado, por esto se gozaua el Redemptor: aunque bien veía quán caro auía de costar la medicina que auía de sanar nuestra llaga: bien sabía él (los Ángeles le bendígan) que le auían de cauterizar a él, para que nosotros tuuiéssemos salud. ¿Sabéys cómo? ¿No auéys visto vnos padres que andan por los caminos, por soles, y ayres, y se secan, y sudan, y con pensamiento y voluntad que tienen que sus hijos sean ricos, no sienten el trabajo, y ansí tienen por bien de sufrir el trabajo y cansancio: y la madre que no descansa noche ni día, y trabaja y no siente nada de todo aquello, por ver en descanso su hija? Ansí nuestro Redemptor Iesu Christo (bendito sea él) no sintió tanto sus trabajos, y si los sintió, en pensar que por ellos auíamos de ser librados, quitaua los ojos de sus tormentos, y poníalos en pensar el remedio general que de ellos salía, y dezía, «No es nada esto».
¡O bendito seas Señor mío, que por aquella ánima sea casta, dijiste, «denme a mí cinco mil açotes»! Teníanos a todos metidos en sus entrañas de caridad y amor. «Porque aquel ánima sea caritatiua, no tengan conmigo caridad: porque aquel ánima se salue, y todos alcancen perdón, súbanme en vna Cruz, coronado de espinas, crucifíquenme, y no quede de mí gota de sangre en todo mi cuerpo que no se derrame: denme hiel y vinagre a beuer, y muera yo en la Cruz».
—¿Porqué?
—«Por remedio de los hombres».
[16.] Aprenda, aprenda el Christiano redemido por estos trabajos a no desmayar por vn trabajuelo que le viene: en assomando, luego te quejas, luego dizes que no ay quién lo pueda sufrir: pues que tanto sufrió Iesu Christo, aprende dél, y pues él puso los ojos en tu remedio, y los quitó de los tormentos tan grandes que passó por él, quita los tuyos de los trabajuelos ( si algunos te vinieren) y ponlos en Iesu Christo: y mirando por quién los passas, rogarás que nunca se acaben, saberte han más dulces que la miel.
[17.] Fue tanto lo que alcançó Iesu Christo en sus trabajos, fue tanta la gracia que acerca de su Padre halló, que ya no ay hombre que baste a desagradar a Dios, queriendo él gozar de la medicina. ¡Qué grande hazaña fue alcançar perdón para todos! ¡Qué abraço[7] tan suaue y amoroso! ¡Qué beso de paz tan dulce! Si quieres arrepentirte, no perderás el remedio. Iesu Christo puso toda la costa de aqueste negocio, quiere él mismo que tú quieras, allegarte a él, que ya es ganado lo que andaua perdido; ya Iesu Christo dio fín a nuestra enfermedad, ya acabó Él su obra, él mismo lo dixo: «Padre perdona a estos [cf. Lc 23,34], miradlos con ojos alegres: ya Padre acabé la obra que me encomendastes». Opus consummavi quod dedisti mihi, ut faciam [Jn 17,4]. La obra que me encomendastes que hiziesse ya es acabada, ya Padre es acabado el reparo para los hombres.
Hermanos con este remedio quedó remediado el entendimiento, quedó remediada la voluntad, quedó remediada la carne, quedaron remediados nuestros pecados todos.
[Se da hoy ley de evangelio]
[18.] —Padre, ¿qué remedio es esse, el que en este día de oy ha venido?
—Este es el día en que se acabó lo que el otro día en que se dio la Ley se començó: este es el día en que se dio Ley mejor que la otra Ley se dio en tablas, pero esta otra se dio en los coraçones. Dabo legem meam in visceribus eorum [Jer 31,33]. «Darles he (dize Dios por Ieremías) vna ley en sus entrañas, no escrita en papel, ni piedra, si no en los coraçones, dándoles castidad, y humildad, y fortaleza, y todas las demás virtudes». La otra se dio en monte, allá se dio en el monte Sinaý: acá en el monte de Sión: descendio al monte alto, y acá también al monte alto: pero con mucha más diferencia. Sión quiere dezir atalaya, porque dizen algunos, que estaua allí vna torre que edificó Dauid, la qual sobrepujaua a Ierusalén. Atalaya, dando a entender que los que han de recebir el Espíritu Santo, han de estar en vela con mucho cuydado, no embaraçados en otra cosa, si no esperando quando vendrá el Espíritu Santo: no detenidos en bajezas de acá, no ocupados en las cosas deste mundo, no en vicios, no en pecados, no en vilezas, sino muy atentos: el coraçón, no entrampado[8] en cosas rateras, si no alto y leuantado en Fe de Iesu Christo, que en él se da este Espíritu Santo, por sus méritos viene: tened fe en este mismo Iesu Christo.
[19.] En el otro monte se dio la ley, y en la otra Ley se mandaua hazer esto, y no esto; en esta Ley nueua, se da cumplimiento para lo que en la otra se manda. ¿No sé si me entendéys? creo que no: quando Dios dio la Ley en el monte, antes que se diesse, aparecieron tantos de relámpagos y truenos, y de bozinas, que ponían grandissimo espanto y temor, todo el monte temblaua, y hazía temblar a todos los que lo miravan: Estauan todos muy atemorizados, tanto, que dijeron a Moysén, «Habla tú con nosotros, no nos hable Dios» [cf. Éx 20,19]. Dioles Dios mandamientos que trayán temor: porque quando el hombre va a su coraçón, y halla que no ha guardado la Ley, halla mil faltas dentro de sí, y mil males. No puedes guardar la Ley que se te dio, siendo la Ley celestial, tú carnal. No hazía aquella Ley sino poner espanto, como el fuego quando apareció Dios en el monte con aquellos truenos y relámpagos, y aquello que passó en el día que la Ley se dio en el monte de Sinaý, fue en figura de la Ley que se dio en el monte de Sión. La Ley pone espanto: «¿como la guardaré?» pero la Ley nueua de oy, da esfuerço para ello, que si el hombre no podía ser casto, estotra ley le da poder como lo sea: si no podía ser humilde, estotra ley le pone fuerça para serlo: si no podía no dessear la muger ajena, esta le da gracia para no dessearla: finalmente le da poder, le da gracia, le da esfuerço para cumplir la Ley. Estauan con la vieja Ley los hombres tan flacos, tan temblando, veían la Ley tan rigurosa, que ponía luego en el infierno a quien no la guardaua. Y considerando esto el Apóstol san Pablo, viendo quán sujeto estaua el hombre a aquella Ley de la carne, decía: Infelix ego homo. quis liberabit me a corpore mortis huius? [cf Rom 7,24] Llamáuase desdichado: «¿Quién me librará de la muerte de aqueste cuerpo?» viéndose tan pesado y tan flaco para guardar la Ley. Pero quando esta Ley vino fortaleció los a todos, animólos para que pudiessen cumplir la Ley.
[20.] Esta Ley que oy se dio, es Ley de euangelio. ¿De qual? ¿De los Euangelios que se escriuíeron? No, que esse Euangelio, no propriamente sino secundariamente se llama Euangelio. Ley Euangélica y santa se dize lo que se escriuió en los coraçones, que aunque no huuiera letras, ni escritura se puede bien entender, y se puede cumplir: en dándosela les pegó amor de cumplirla, no fue menester mandarles, «Sed castos», si no púsoles gana de serlo: no fue menester que dijesse, «Que no fuessen luxuriosos», sino dándoles la Ley, quedó mortificada la carne, como el Ángel que hirió el muslo a Iacob [cf. Gén 32,25]. No les mandó la ley que tuuiessen paciencia: pero dioles gracia y amor, y voluntad, y poder de poder tener en sí todas las aduersidades; esto no de palabra, no de entendimiento, Vos estis Epistola mea [cf. 2 Cor 3,2]. No es menester carta para escreuir la ley, «vosotros (dize el Apóstol san Pablo) soys mi Epístola, vuestros coraçones son cartas: y no penséys que tiene de ser escrita con tinta, sino con el dedo, que es el Espíritu Santo, que es el que escriuió la ley en vuestros coraçones, predicándola yo: el Espíritu Santo la escreuía (dize san Pablo;) Yo soy el ministro de lo que él escriue»: esta es la ley que da caridad y humildad, y da todas las virtudes, y porque lo entiendan las vegezitas, esta ley es la que haze santos, la que haze justos y la que da gracia.
[21.] Celebramos oy quando dio Dios la gracia al mundo: si allá se dio la ley en monte, acá la gracia en monte: allá bozinas, acá bozinas: pero allá se espantaron, acá no tanto. Como a la media noche, quando todo estaua quieto, pacífico, y sossegado [cf. Sab 18,14], suena vna música muy suaue que suena con muy dulce armonía, que recordándote, tomas vn pauorzito y mucho consuelo: luego preuino vn viento, como quien dize, «Estad atentos».
[Pentecostés completa la obra redentora de Cristo]
[21.] —¿Qué día es este día de consolación, qué día es oy?
—Oy es el día, quando el Consolador vino del cielo a la tierra.
—¿Qué día es oy Padre?
—Este día es tan grande, de tanta dignidad, que quien en él no tiene parte, no la tiene en ningún otro día de Iesu Christo. Ya que la muerte de Iesu Christo ganó perdón de pecados, pero sin la gracia que oy se da no te aprouecha nada. Ven acá, ¿qué te aprouechauria que gastasses toda tu hazienda por tener vna medicina que mucho vale, si después de auida no la quieres tomar? ¿Qué aprouecha la medicina no tomada para tu enfermedad? quedartehas enfermo, y hazerte han que pagues la medicina. Lo que Iesu Christo obró, la muerte que Iesu Christo passó, la costa que hizo, la medicina que obró para tu enfermedad, si quieres tomarla, sanarás: quedarás libre del todo: si no la quieres tomar, haránte que pagues en el infierno lo que Iesu Christo passó: si la recibes, Iesu Christo quedará muy contento, y pagado de todo quanto passó en este mundo: pero si no quieres tener parte con este día, sino quieres recebir el Espíritu Santo, Si quis non habet Spiritum Christi, hic non est eius. Si alguno no tuuiere el Espíritu de Christo, este tal no es de Iesu Christo: no se puede saluar [cf. Rom 8,9].
[23.] Oy es el día séptimo de las obras de Iesu Christo. Oy es el día, que sopló en la cara del hombre, para dar la vida [cf. Gén 2,7], después de su vida, de su santa Encarnación, después de su Muerte, de su Resurrección: el día de la santa Ascensión, se acabó todo lo necessario para la vida del hombre. Este es el día en que sopló al montón de tierra. Y si quando en la creación sopló en la tierra vn ánima para el cuerpo, que no tenía vida, oy sopla, y da el ánima, que es la gracia, porque el ánima del hombre sin gracia, es estar muerta. Y si quando viene la gracia, da vida al ánima, oy sopló Dios el montón de tierra.
[24.] —¿Qual era, Padre?
—Los Apóstoles de Christo: ¿y qué tierra eran? Tal día como oy, como Iesu Christo se auía ido al cielo, antes que se fuesse, díjoles, que les auía de embiar vn Consolador: ellos esperauam vn día, y otro, y otro, hasta oy; como vieron que no venía, estauan desmayados, estauan tibios y desconsolados. Como los dos que se fueron, estando esperando la resurrección, dezían; «Fuese nuestro Maestro: dezía, que nos auía de embiar vn consolador, y tantos días ha que le esperamos, y no viene: vémonos sin Maestro, y sin tener quién nos consuele, ¿qué hemos de hazer? estamos como ouejas sin pastor amedrentados y apretados».
[25.] Pero en vna cosa fueron cuerdos, en lo que querría que lo fuessen todos los del mundo, en no yrse sin despedirse de la sacratissima Virgen María. Por grande mysterio tengo quedar la madre de Dios entre los Apóstoles, assí después de la Passión, como después de la Ascensión. Si viene la tentación de la carne, si viene el mal hombre y te quisiere engañar, y quiere que ensuzies tu cuerpo y tu ánima, abogada tienes en la Virgen María: di con confiança, «La madre de Dios es madre de la limpieza: ella es limpíssima: ella es poderosa para interceder por mí: no tengo de desechar a Iesu Christo, sin hablar primero a su Madre». Ten hermana por aueriguado, que si vas a la Madre de Dios, que si te encomiendas a ella, vendrás con consuelo y aliuio de toda quanta pena tuuieres.
[26.] Estauan pues los Apóstoles del Señor, y los Discípulos, y otros buenos hombres, que serían hasta ciento y veinte, estauan en el Cenáculo a vna parte, y a la otra estaua la Virgen nuestra Señora y las Marías, y otras santas mugeres: estando desconsolados, Dijeron, «Hablemos ala Virgen pues nos la dejó por consoladora». Fuéronse a ella tristes, muchos, cabizbaxos, y en gran manera desconsolados, Dijéronle ala Virgen, como estauan tan sin consuelo, y como se tardaua el Maestro, y que ellos estauan entre sus enemigos, y que no tenían ningún arrimo. «Rogad Virgen a vuestro Hijo, que nos embíe el Consolador prometido».
[27.] Sería esto a las nueue del día, a aquella hora salía la Virgen de orar: tenía siempre por costumbre de salir tarde, ya que estauan poco alto el Sol, porque esta hora es muy aparejada para la oración; desde en amanesciendo hasta aquella hora es muy aparejado tiempo para orar, antes que el hombre se ocupe y entretenga en vanidades, ni en otros cuydados del mundo: si no lo primero del día gastallo en el seruicio de Dios. Estaua pues nuestra Señora orando, y salió con aquel rostro de paz, con aquel rostro de alegría, que solamente mirallo consolaua a los tristes y desconsolados, medicinaua a los enfermos, daua grandissimo aliuio a los desconfiados. Salió la sacratissima Virgen a ellos como solía, y esforçólos, y díjoles, «¿porque tenéys poca Fe en vuestro Maestro y mi Hijo? Él os consolará como lo ha prometido. ¿No sabéys amados hijos, y Discípulos de mi sacratissimo Hijo, que la Ley que se dio en el monte de Siná [sic], se dio desde a cinquenta días que subieron de Egypto?[9] Cinquenta días ha que padeció Iesu Christo mi Hijo, y os sacó del captiuerio del pecado: oy vendrá el Espíritu Santo. ¿No sabéys también que de cinquenta años era el Iubileo en que los captiuos eran libres, y las cosas vendidas boluían a sus dueños: y era año de alegría y gran regozijo, año de perdón, donde se soltauan las deudas? [cf. Lev 25,10] Assí a cinquenta días después de la Passión vendrá el Iubileo, vendrá el Espíritu Santo Consolador, que os remediará del captiuerio en que estáys; Dios os perdonará las deudas, no sólo a vosotros, pero a todos: porque determinado está, que a la misma hora que dio Dios vida al cuerpo, que le dio Dios ánima, a essa misma hora dará ánima a nuestra ánima: a las nueue vendrá, no os desmayéys, tened confiança que vendrá, sentaos».
[28.] Hízolos sentar a todos, estauan sentados en los poyos, o hincados de rodillas en oración: confortóles, púsoles confiança, y luego la santissima Virgen hauiendo compassión de aquel ganadillo que le auía quedado, hincóse de rodillas, alçó sus manos al Cielo, y con lágrimas que salían de sus benditissimos ojos, començó a rogar a su amado Hijo, «O Señor mío, y dulce Hijo mío, ruégoos por el amor que me tenéys, por los merecimientos vuestros, por los méritos de vuestra benditissima passión, tened por bién de consolar a estos vuestros Apóstoles: embialdes Señor el Consolador que los consuele: cumplid Señor la palabra que en vuestro nombre les he dado que vendría el Espíritu Santo Consolador, a estos flaquillos, embialdes Hijo mío vuestro Espíritu Santo».
Cosa es de contemplar ver a la Madre rogar al Hijo, ver al Hijo rogar (en quanto hombre) al Padre; él mismo lo dixo por su boca bendita: «Yo le rogaré, y él os embiara otro Consolador» [cf. Jn 14,16]. Miró Dios a Abel, y después miró a sus dones [cf. Gén 4,4], representaríase Iesu Christo (en quanto hombre) delante del Padre, mostraríale el testimonio de nuestra redempción, mostraríale las señales de los clauos, y el costado partido de la lançada, y diría: «Padre mío, haued compassión de aquellas ouejuelas que en el mundo están sin pastor, están flaquillas, están tristes: embialdes Padre mío vuestro espíritu por los dolores que por ellos passé: ellos están esperando el Consolador que yo les díje que les auía de embiar, embiádselo Padre mío por mi amor. Non confundentur qui sperant in te Domine [cf. Sal 31,1(30,2)]. No serán[10] confundidos los que esperan en ti, no les aya salido en vano su esperança: mira Padre a tal Hijo, y no le niegues lo que te pidiere, ámalos Padre mío: por mis merecimientos merecen ellos ser consolados, consuélalos Padre, embíales el Espíritu Santo»: y quién cree que también no rogaría especialmente al Padre que embiasse el Espíritu Santo: «también, Señor, lo hazed por amor de mi Madre que está esperando».
[29.] Miró Dios a Abel, y después miró sus dones: mouiéronse las entrañas del Padre a los ruegos del Hijo: y mirado a él puso los ojos en la santissima Virgen, y en aquellas ouejuelas: puso los ojos en la pobre casilla por los merecimientos de Iesu Christo, que fueron tantos que bastaron a amansar la justicia de Dios que estaua ayrada contra nosotros. Y mirad con qué amor, y quán de buena gana vino el Espíritu Santo a aquellos hombres, como si viniera el mesmo Iesu Christo. Porque después que Christo murió por nosotros, ya nos mira Dios con otros ojos, míranos con el amor que a su Hijo bendito.
[30.] Vino el Espíritu Santo, rómpense essos cielos [cf. Is 64,1]: rómpese el velo del Testamento viejo, y vimos y mostróse claro el Sancta sanctorum. Ya esta abierto todo, quien quisiere entrar abiertas tiene las puertas. Antes que Christo muriera, qual y qual se saluaua, después mucho mayor número. Vino primero vn sonido, que hizo temblar el Cenáculo, para dar a entender que era fuerte. Y luego vinieron lenguas de fuego, que parecían visibles sobre las cabeças de los que allí estauan: para dar a entender, que el Espíritu Santo es fuego, es ardor de coraçón. Quando vos sentís vn encendimiento dentro de vos, que os arde el coraçón en amor de Dios, el Espíritu Santo es: es el fuego muy leal mensagero, que está allí el Espíritu Santo. Entra pues el Espíritu Santo en los Apóstoles, abrάçalos, consuélalos, esfuérçalos, dales vn beso de paz.
[El Espíritu Santo Dios es y nos endiosa]
[31.] —Padre, dezidnos, ¿qué cosa es el Espíritu Santo?
—No ay lengua que pueda dezirlo, ni oydo que pueda oyrlo, ni coraçón que lo pueda sentir, qué cosa es aquel beso, aquel abraço. Dize Helías, que Dios le dixo, Egredere et sta in monte coram Domino. Et ecce Dominus transit et spiritus grandis et fortis, subvertens montes, et conterens petras ante Dominum: non in spiritu Dominus. Et post Spiritum commotio: non in commotione Dominus. Et post commotionem ignis: non tamen in igne Dominus. Et statim venit sibilus tenuis aurae: illic Dominus [cf. 1Re 19,11-12]. Mandó Dios a Helías, se fuesse al monte, ¿para qué?
—Helías ¿qué viste?
—Dize: «Vi vn ayre muy grande y fuerte que derribaua los montes, pero no venía allí el Señor».
—Passado el viento, ¿qué vino?
—Fuego, pero no estaua allí el Señor. Passado el fuego, venía vn siluito suaue, allí venía el Señor.
[32.] «¿Qué hazéys ahí, hermano?» quán presto dejarán el río seco aquellos, a quien el Espíritu Santo dize, «¿Qué hazes aquí? ¿qué hazes, pecador, en esse río seco, en esse mundo ponçoñoso?» quán presto lo menosprecia todo, quán poco se da por todo, a la boz del Espíritu Santo, que le dize, «¿Qué hazes ahí?» En el silbico venía el Espíritu Santo.
No ay quién os pueda dezir este abraço este beso: no ay quién lo pueda explicar. Es tan bueno el Espíritu Santo con aquel que lo tiene, Qui adhaeret Domino, unus spiritus est cum eo [cf. 1 Cor 6,17]. Sed castos. O dichoso a quien el Espíritu Santo viene, vn espíritu se haze con él, vna misma cosa son.
[33.] —¿Qué es esso, padre, es casamiento?
—Paresce que es esso lo que Iesu Christo dixo, Erunt duo in carne una, serán dos en vna carne [Gén 2,24]. ¿Qué es esto? ¿Que Dios, que el Espíritu Santo se haga vno con el hombre? Darle virtud es, obrar en él virtudes: darle vestiduras, o adornarle y componerle[11]. Todo esto es lo que resulta de la venida, lo que haze el abraço. Pero el abraço no se puede dezir: como vn desposado que da joyas a su esposa, pero no es aquel desposorio, sino señales. Darle manillas en los braços, darle çarcillos en las orejas. Assí haze el Espíritu Santo, da joyas de manillas, y ajorcas de virtudes, y de buenas obras en entrambos braços, para que el pecador tan bien adereçado le abrace. Da también çarcillos en las orejas, pidiendo atención para obedecer a lo que al oydo allá dentro le dijere: pero no es este el matrimonio: dale los siete dones suyos. Todas estas dadíuas son arras y ajuar, y preparación para la venida, dones son del desposado, pero el abraço no sé qué es.
[34.] —Padre, auéys dicho, que el Espíritu Santo se haze vno con aquel en quien está, luego ¿Dios es? ¡Qué marauilla!
—¿Es mucho esso? Pues oyd, Ego dixi, dij estis et filij excelsi omnes [Sal 82,6(81,6)], el mesmo Dios lo dixo. «Yo digo dioses soys vosotros». ¿Sabéys que tanto, que si el hombre tiene en sí al Espíritu Santo, y habla, se dize hablar el Espíritu Santo? Lo que hablaredes (dixo Christo) no tengáys cuydado de ello. Non estis vos qui loquimini, sed Spiritus Patris vestri est qui loquitur in vobis [cf. Mt 10,20].
San Agustín. «Lo bueno y sobrenatural, sin el Espíritu Santo no es possible conocerlo»[12]. Lo que es bueno no es de hombre solo. Quando el hombre haze vna buena obra, no es de sólo el hombre: madre tiene en la tierra y padre en el cielo: el libre aluedrío que tú tienes, madre es, no es lo principal, otro más alto, el principio, el ser, el padre, actiuidad de la cosa: el Espíritu Santo es: dize san Pablo, Quando el hombre gime, el Espíritu Santo gime [cf. Rom 8,26].
[35.] —¿Porqué?
—Porque es vna mesma cosa con el que ora.
—Luego si no son dos, ¿vna Encarnación ay?
—¡Tate, esso tan solamente dize ser vno el Espíritu Santo: y aquel donde está; no en persona, que dos personas son.
—Pues ¿porqué?
—Porque el Espíritu Santo obra como principal en el hombre: por esso dize que el Espíritu Santo obra aquello[13].
—Padre, no nos dize el abraço, todo es andar por los arrabales.
—No ay quién sepa dar cuenta de lo demás que sucedió. Bien se dize lo que los Apóstoles del Señor obraron, los milagros que hizieron y procedieron de la venida: bien se dize a vino el Espíritu Santo en ellos, pero el abraço que les dio, mandad perdonar.
[36.] Dezid, si juntassen todos los olores de quantas cosas criadas ay en el mundo, en que vuiesse algalia, almizcle, ámbar, azahar, jazmines, finalmente todos los olores se juntassen, sin que el vn olor impidiesse al otro, ¡qué olor tan suaue sentiríades, qué consolación os daría, como confortaría vuestra ánima! Pues mirad, todo sabor amarga, todo sabor es dessabrido más que la hiel, en comparación del que el Espíritu Santo trae consigo. ¡O qué sabor! ¡o qué color! ¡o qué gusto! ¡o qué consuelo! ¡o qué descanso! ¡o qué regozijo! ¡o qué alegría! ¡o qué esfuerço sintieron los Apóstoles, quando sintieron el silbo dentro de sus entrañas! ¡qué contentamiento sintieron sus ánimas, qué hartas, qué rellenas, qué abundantes estauan del Espíritu Santo! Pléguele a él nos dé el soplito y el silbito.
[37.] ¿Qué hazemos aquí, hermanos? ¿en qué entendemos aquí? si aquí nos estamos no podremos medrar: ¿qué hazes aquí, pecador? ¿en qué passas tu vida? ¿de qué beues? seco está esse charco, o se secará presto, essa riqueza en que confías está seca, o se secará presto, y te dejará ella a ti o tú a ella: ¿qué hazes aquí tú desuenturado, que tienes puesto tu amor en la otra, o la otra en ti? seco está el charco, presto te morirás tú o se morirá ella, y veréys, quán seco del todo estaua el charco de donde pensauas que te hartauas. ¿Qué hazes aquí, soberuio, fantástico? todo esso ha de auer mal fin, acabarsete ha todo: aora beues, y quando no te caues se acabará tu vida: y ¡desuenturado de ti, si antes que te mueras no dejas las vanidades y locuras desta vida! Como confías en la tierra, no tienes tus ojos en el cielo: como no te has desarraygado de todo lo de acá, aún no te ha silbado, aún no conoces la dulçura de Dios. Quam magna multitudo dulcedinis tuae, Domine: quam abscondisti timentibus te [Sal 31,19(30,20)]. ¡O quán grande es la muchedumbre de tu dulçura, la qual aparejaste a los que te temen! ¡Bendigante los cielos y la tierra! y si para los que te temen tanto bien aparejaste, ¿Qué harás para los que te aman? Lumbre se dize y fuego.
[El Paráclito es lumbre y es fuego]
[38.] ¿Conoces a Dios, hermano? Di, ¿ha topado Dios contigo? La señal principal que Dios está en vno es quando menosprecia todo lo que ay en la tierra que Dios no es, y sólo trata de amar y agradar a su Dios como bien vnico suyo. Y en esto verás, hermano, si el Espíritu Santo ha venido a ti, si andas con feruor, con alegría en el camino de Iesu Christo. Si el Espíritu Santo te ha dicho: «¿Qué hazes ahí?», bueno estás.
¡Oh! ¿qué sintieron los apóstoles quando el Espíritu les dixo: «¿Qué hazéis ahí?» [cf. Hch 1,11] No se puede dezir, assí como no se puede dezir quién es Dios. ¡Qué de grandeças vsó con ellos, qué mercedes tan grandes les hizo! Dioles gracias del entendimiento. ¿Qué son ni qué saben los letrados ni philósophos del mundo sin éstas? Quantos theólogos ay sin gracia del Espíritu Santo, nada son. Lo principal que les dio fue que claramente conociessen lo que les cumplía en todas las operaciones humanas, que sin errar pudiessen saber: «Esto me cumple y esto no me cumple». Acá bien podemos nosotros conocer cuál es bueno y cuál es malo, pero no en particular. Nadie puede saber sino el Espíritu Santo cuál es mejor de esto, casado o no casado, clérigo o no clérigo, fraile o no fraile; pero aquí el Espíritu Santo alumbra, sabe particularmente cuál es mejor para ti. El Espíritu Santo es ayo de niños. ¡Y qué bien enseñado será el niño que de tal ayo saliere enseñado[14]!
[39.] Por ventura diréis:
—No habrá menester consejo en lo que ha de hazer, si tanto sabe, sino regirse por su parecer y no tomar el de nadie.
—No, que el Espíritu Santo quiere que vaya a tomar parecer de quien más sabe, y Él le dará en voluntad que lo vaya a preguntar, y le dirá lo que ha de preguntar, y le dará gracia al otro que responda lo que ha de responder.
El Espíritu Santo, ayo del entendimiento y ayo y gouernador de la voluntad[15], no te dexará passar con cosa mala de quantas tu sensualidad te pidiere. Y pensarás hazer alguna cosa que no te cumpla, Él hará como no la hagas, sino al contrario de lo que pensabas hazer. Si no, preguntadlo a Ieremías, que, porque le maltrataban algunos porque prophetiçaua, dixo: «¿Quién me mete a mí, quién me mete a mí en estas baraxas? Prophetiçéles la verdad, y por esso me hazen muchos males. No tengo de prophetiçar más» [cf. Jer 20,8-9]. Estando en este propósito, descendio fuego del çielo y tocóle, y como le tocó, buelue, y si antes hablaúa vna palabra, después hablaúa quatro.
[40.] Quando viene fuego del çielo, quando viene el Espíritu Santo, quita el temor que el hombre tiene; pobreça, ni deshonra, ni hambre, ni vituperios, muerte, ni tentaciones de carne, ni al mundo, ni al demonio; todo quánto mal estas cosas le pueden hazer, no lo tiene en vna picadura de mosca. Quis nos separabit a charitate Christi? —dize el apóstol San Pablo—. Tribulatio, an angustia, an fames, an nuditas, an periculum, an persecutio, an gladius? [Rom 8,35] ¿Quién nos apartará de la caridad de Iesu Christo? ¿Quién ay tan fuerte que nos pueda apartar de ella? ¿La tribulación, la angustia, el hambre, la desnudez, la persecución, el peligro o el cuchillo? Nada de esto nos puede apartar de ella, porque, aunque parescan muy crueles, nada nos espanta. Bien puede todo acaescernos y passar por nosotros, pero todo no nos puede sujetar; antes quántas cosas más graues nos acaescieren, tanto más cresce nuestra caridad con la de Iesu Christo, saliendo en todo lugar y en todas las cosas vencedores, ricos y honrados, no por nuestras fuerças, no por nuestros merecimientos, sino por el ayuda y amparo de Iesu Christo. Porque, amándonos Él como nos ama, no consentirá que seamos vencidos; ni nosotros acordándonos de sus misericordias y grandeças, de las mercedes que de Él hauemos recebido, y acordándonos de los males que nos ha quitado (aun queriendo nosotros caer en los abismos del infierno, nos ha librado con su mano y braço poderoso), no seremos derribados por los pecados.
[41.] Y si esto os paresce mucho, que son cosas liuianas, esperad, y veréis cosas mayores. Mayor apariencia tenían las cosas inuisibles de ser temidas, que pelean fuertemente contra el ánima, que lo que puede dañar el cuerpo, y quando a mucho se extienda, no puede más que hasta la muerte; pero ni en lo vno ni en lo otro no ay que temer, porque el mismo Apóstol san Pablo lo dize: Estoy cierto que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni los poderíos, ni las cosas fuertes, ni las cosas por venir, ni la fortaleça, ni alteça, ni lo hondo, ni lo cruel, ni lo áspero de la tierra toda, ni criatura ninguna no nos puede apartar de la caridad de Iesucristo [cf. Rom 8,38].
[42.] —¿Quién os lo dixo, Pablo, la carne o la sangre?
—No, sino el Espíritu Santo, que es fuego que quema todas estas cosas, y las deshaçe para que no nos puedan empeçer, como a pajuelas. No es más esto delante del fuego del Espíritu Santo que vna pajita liuiana echada en vna grandissima hoguera. Quando tengas el Espíritu Santo, Él mata todo lo que daña; pero si ay pajitas, señal es que no ay fuego que las queme. Si estás, hermano, sometido a tus vicios, si estás inclinado a maldades, si tienes en tu coraçón pensamientos de liuiandad, si tienes phantasía, todo esto estorba; y todo esto quema el Espíritu Santo quando viene, y no ay cosa que se le resista. Quando viene el Espíritu Santo, no basta nadie a resistirle. Ni la moçuela loca que su vida no era otra cosa sino vn continuo pensamiento en cómo se vestiría, y cómo se pondría galana, y cómo se auía de afeitar la cara. Quando el Espíritu Santo viene, haçe que la moçuela se huelgue de andar templada en el vestido; ya escoge las lágrimas por agua marauillosa para la cara; ya tiene humildad, porque vino el Espíritu Santo. No basta a mouerla el mancebeté muy enhiesto con su espada al lado, muy vestido, con mucha soberuia, la pluma en la gorra. ¿No sabéis para qué se ponen aquello allí? Para que sepáis, si no lo sabéis, que son locos, y para que sepáis su locura, y sus baxos pensamientos, y sus imaginaciones, y sus phantasías. Pero, quando viene el Espíritu Santo, todo lo quema.
[43.] Dize Christo: «¿Pensáis que vine a traer paz? No vine a traer paz, sino cuchillo» [Mt 10,34]. ¿Qué es, que andaua el mancebo por ay perdido, vn loquillo callejero, toda su bienauenturança puesta en andar por las calles, mirando, y desseando a la otra, y desde ha poco le veis recogido, casto, y humilde, y virtuoso? ¿Quién lo haçe esto? El Espíritu Santo, el fuego que quema quanto halla. Con este fuego no ay honra, ni riqueças, ni prosperidades, ni deleites que el hombre desse, todo lo haçe tener en poco, y tenerlo debaxo de los pies. Con este fuego se quema todo lo sensual del hombre.
—Viuo ego, iam non ego: ya no yo, pero biue en mí Iesu Christo [cf. Gál 2,20] —dize el Apóstol—. Biua yo en humildad, en castidad, en paciencia. Ya no yo: el de antes, no; no mis passiones, no mis sensualidades, porque esto está ya muerto.
—¿Cómo es esso, Apóstol? ¿De qué manera?
—Biue en mí Iesu Christo por humildad, por caridad y por gracia; y donde esta gracia llega, haçe mudar al hombre al reuéś de como estaua; haçe que el que se amaua a sí mismo, y que se tenía en mucho, diga: «Sea Dios engrandeçido, y sea yo apocado; sea Dios seruido, y menospréçienme a mí; sea Dios honrado, y deshonrenme a mí; glorifiquen a Dios, y vituperen a mí». Al que sopló el Espíritu Santo, no quiere nada para sí, todo a honra de Dios.
[Esfuérzate, hermano, hoy es día de perdón]
[44.] Quando no auía venido el Espíritu Santo, los Apóstoles estauan medrosos, temerosos, las puertas çerradas, no osauan salir por miedo no los matassen, teníen grande miedo. Tomó Dios vna vez a Ezequiel propheta en su espíritu [cf. Ez 37,1-10], y leuólo en medio de vn campo, do auía infinitissimos huesos de muertos; estaua vna muchedumbre muy grande de ellos, y todos muy secos. Díxole: «¿piensas que estos huesos tienen vida?» Respondio Ezequiel: «Tú, Señor, lo conoces y lo sabes todo». Mandóle Dios: Vaticinare de ossibus istis: «prophetiça de estos huesos».
—¿Y qué, Señor?
—«Di: Huesos secos, oýd las palabras del Señor: Yo os daré espíritu, y biuiréis; daros he carne, y nascéros han neruios, y os haré que os cubráis de cuero, y daros he vn espíritu, y biuiréis». Yo (dize Ezequiel) híçelo assí, y luego se hizo vn grande mouimiento y vn grande ruydo, como los vnos huesos se juntaron con los otros, cada vno en su lugar y en su juntura; hizieron ruydo como quando vn hueso se junta con otro; y vi cómo viniéron sobre aquellos huesos neruios, y cómo creçía la carne, y luego vn cuero fue tendido por todos ellos, aun no tenían vida; estauan allí como muertos.
—«Prophetiça y llama al espíritu; llámalo, y dirás: Aquesto dize el Señor: De los quatro vientos de la tierra, venid, soplad sobre estos hombres muertos, y biuirán luego». Acabando de prophetiçar, tuuieron vida, y leuantáronse, y estuuieron sobre sus pies. Rízose de toda aquella gente vn muy fuerte y valeroso exército. Díxo Dios: «Estos huesos son toda la casa de Israel; porque ellos díxeron: Aruerunt ossa nostra, et periit spes nostra» [Ez 37,11].
[45.] Allí estauan los Apóstoles como huesos muertos desmayados. ¿Ay aquí algunos que estãdo en figura de biuos están muertos? ¿Ay aquí tan sin confiança alguno, que dize: «¿Cómo puedo yo ser bueno? ¿cómo es posible tener yo castidad? ¿cómo es posible que me perdone Dios? He pecado yo tanto, que en toda mi vida no he hecho otra cosa sino ofender a Dios: ¿cómo me perdonará? ¿Quién yo para yr al çielo? ¿Quién yo para yr allá? El çielo dáse a los que hazen buenas obras; yo no las he hecho, ni las espero de hazer: ¿qué tengo yo con esso? Prueuo veinte vezes a no pecar, y no puedo sino pecar.» Iam aruerunt omnia ossa nostra, et periit spes nostra. Ya nuestros huesos se han secado, ya se ha perdido nuestra esperança.
[46.] ¡Oh desuenturado de ti, si tú tal dizes! Esfuérçate, hermano, que oy es día de perdón; oy se admiten todos, si quieren conocer sus culpas y dolerse dellas y confesarse; no ay más. Y tú, mancebo, ¿piensas que no puedes dexar de pecar, y que no te puedes apartar dello? Prueua y apártate, que oy es día de perdón; oy se da fuerça para vencer y derribar aquello que te derribaua; oy se dan fuerças, si tú las quieres tomar, para vencer tus passiones; oy es el día en el qual prometió de quitar el coraçón de piedra, de quitar la sequedad del alma; oy es el día en que da coraçones blandos, coraçones arrepentidos; oy es el día en que dará coraçones aparejados para llorar vuestros pecados y saberlos conocer [cf. Ez 36,26-27]; oy es el día en que os dará vn soplo, no en las orejas, no en los oýdos, no en nada de lo de acá fuera, sino dentro de vuestros coraçones; vn soplo que os dé vida, vn soplo que os dé fuerça, vn soplo que os dé castidad, vn soplo que os dé humildad, vn soplo que os dé caridad y amor y todas las otras virtudes; vn soplo que refresque vuestras ánimas.
[Obra del Espíritu en los apóstoles y en la cristiandad naciente]
[47.] Si no, miradlo en los apóstoles, que estaban cobardes, porque se querían mucho. Viene a ellos el Espíritu Santo, entra en aquellos coraçones, quitaseles aquel temor, menosprecian la carne, y la soberuia, y la codicia; echan en el suelo todos los vicios; pasan por encima de ellos como vencedores de aquellos que les auían vencido y los acobardauan y ponían temor. Leuantáronse en pie como exército poderoso; abren las puertas que antes tenían cerradas [cf. Jn 20,19], llenos y rellenos del Espíritu Santo, llenos de fortaleça y de caridad, y comienzan a predicar con grandissimo heruor, no doctrinas frías, sino heruientes como fuego; aquel «¡Bendito sea Dios!»; aquel «No ay sino sólo vn Dios, tres Personas y vn solo Dios verdadero»; aquel «Iesucristo es Hijo de Dios biuo, y está sentado a la diestra de Dios Padre, y es Iuez de biuos y muertos»; aquel hablar que todos los entendían.
Auía allí entonces de todas las naciones; auía partos, medos, de Mesopotamia, de Iudea, de Capadocia, de Asia la Menor, de Frigia, de Panfilia, de Egypto, de Libia, de Creta, de Arabia, de Roma. Todas estas naciones estauan allí, y todos los entendían; que hablauan todas las lenguas y lo entendían todos como si hablasen la lengua de cada vno particularmente. ¿Y esto es marauilla, pues Dios lo haçe? Agora vn predicador habla en romance, y cada vno lo entiende en su lengua; habla vna palabra que Dios le manda, y entiéndelo vno a quien aquello toca, y los otros no lo entienden. Dize vn predicador: «Sed humilde». Entiende aquella palabra el soberuio. Dize otro: «Sed casto». Aquello entiende el luxurioso; y assí, hablando en vn lenguaje, diferentemente.
[48.] Assí que, del sonido grande que vino quando el Espíritu Santo vino, auiéndose juntado en Ierusalem, y de que hablando en vna lengua, entendiese cada vno en la suya, estauan todos espantados, y dezían: «¿No son estos de Galilea? ¿Cómo hablan tantos lenguajes?» Otros dezían: «Dexadlos, que están borrachos» [cf. Hch 2,7-13]. Quando oyéredes hablar alguna persona y no le entendieredes, tened paciencia, y no os arrojéis a juagar de presto; mirad que el Espíritu Santo no paresce; mira lo que hazéis, que por ventura hablará alguno lo que quiso Dios que hablase, y diréis vos que está borracho.
Assí que dixeron que estauan los apóstoles borrachos. Leuantóse entonces San Pedro, como pastor vniuersal y como su defensor, y dixo: «Varones de Ierusalem, escuchad mis palabras. No penséis que estamos borrachos, porque agora no es hora de auer beuido, que es hora de tercia. ¿Sabéis qué es esto? Lo que prophetiçó el propheta Ioel: Effundam Spiritum meum super omnem carnem, et prophetabunt filii vestri, et filiae vestrae. Derramaré, enuiaré mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos prophetiçarán y vuestras hijas; y vuestros viejos soñarán sueños, y los mancebos verán también visiones, y sobre mis sieruos y criadas enuiaré mi Espíritu Santo. Varones israelíticos, a Iesucristo predicamos, varón aprobaido de Dios, al qual vosotros entregastes a la muerte con todas las señales que Dios hizo, al qual Dios resuscitó y está a la diestra de su Padre, y Él hizo que el infierno no le empeciese, que no le podía empecer. Y cierto, sepa todo hombre que Iesucristo, que vosotros crucificastes, es verdadero Hijo de Dios» [cf. Hch 2,14-36; Jl 2,28].
[49.] Habló San Pedro con tanto heruor, predicóles allí cómo el Espíritu Santo venía deseoso de nos consolar y remediar. Echa, pues, la red el buen pescador; aquel que de antes solía pescar peces, pesca agora ánimas; echó la red. Del primer lance pescó tres mil de aquellos que poco auía que le auían dicho que estaua borracho; compungíanse y arrepentíanse de lo que auían dicho, y dezían: «¡Desuenturados de nosotros!, ¿cómo nos hemos agora de conuertir, que somos nosotros los mesmos que le crucificamos, y diximos que soltassen a Barrabás? ¿Cómo ha de ser esto? ¿Cómo nos ha Dios de perdonar?» Díxoles San Pedro: «¿Qué es esso? No desmaye nadie; misericordioso es Dios, y Iesucristo está lleno de misericordia; que aunque ayáis hecho esso, aunque vosotros sois los mismos que le matastes con vuestras propias manos, está aparejado a perdonaros si os arrepentís y hazéis penitencia. Confessad vuestro pecado luego, y más tardaréis vosotros en confessaros que Dios en perdonároslo». Ellos, como oyeron esto, dixeron que les plazía; y no solamente les perdonó Dios sus pecados, pero vsó de tanta misericordia con ellos, que les enuió el Espíritu Santo, assí como a los apóstoles, sobre casi tres mil hombres de ellos. ¿No miráis qué buena redada para la primera? ¡Oh, bendita sea tu misericordia, Señor mío, que tan caro te costó lo que agora tan de balde se da! Daua Dios el Espíritu Santo a quien su Magestad quería, y de balde.
[50.] A otro sermón se conuirtieron cinco mil hombres; assí fueron creçiendo los cristianos, y se fue poblando y engrandeçiendo la Iglesia de Dios, que estaua pequeña. De aquí començó la Cristiandad que agora tenemos. Estauan todos juntos perseuerando en oración; comulgauan cada día, y vendían todas sus haziendas y entregáuanselas a los apóstoles, y dezían: «Esto es lo que vale toda mi hazienda; tomadlo, y hazed de ello lo que quisieredes». Tanta parte tenía el que poco traía como el que mucho; todo era igual, todo era común. A otro sermón se conuirtieron cinco mil hombres; assí fueron creçiendo los cristianos, y se fue poblando y engrandeçiendo la Iglesia de Dios, que estaua pequeña. De aquí començó la Cristiandad que agora tenemos. Estauan todos juntos perseuerando en oración; comulgauan cada día, y vendían todas sus haziendas y entregáuanselas a los apóstoles, y dezían: «Esto es lo que vale toda mi hazienda; tomadlo, y hazed de ello lo que quisieredes». Tanta parte tenía el que poco traía como el que mucho; todo era igual, todo era común. Hazíase entonces en la Iglesia vniuersal lo que agora se haçe en los monesterios, que no tienen, en particular ni común, propio, y por esso mejor librados. Assí estauan los santos apóstoles y los otros santos hombres y mugeres; hazían muchos milagros y marauillas; sanauan enfermos, resuscitauan muertos; estauan siempre la mayor parte del tiempo orando muy alegres, llenos de goço del Espíritu Santo, muy regocijaidos con el Huésped [cf. Hch 2,42-47].
[51.] Plegue al Espíritu Santo, por los merecimientos de Iesucristo, y por aquella sangre que derramó en la cruz por nosotros, tenga por bien venir en nuestros coraçones y sanar nuestras ánimas, alumbrar nuestros entendimientos, para que conozcamos a Dios, y endereçar nuestra voluntad para solamente amar a Dios y se oluidar de las cosas del suelo, y sujetar nuestra carne, y darnos humildad, castidad y caridad para con nuestros próximos, y darnos sus siete dones, para que teniendo su gracia nos dé la gloria.
Ánima mía, viue en perpetuo agradecimiento de tan grandes y tantos beneficios.
- ↑ S. Juan de Ávila, Tercera parte de las obras del P. Mtro. de Áuila, predicador en el Andaluzia, editado por J. Díaz (Madrid 1596), II, 54-99.
- ↑ Mezcla la historia de Eliseo, en 2Re 4,18-37, la resurrección del hijo de la sunamita, con otro episodio similar acaecido a Elías, la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta, en 1Re 17,17-24.
- ↑ Cf. Comentario al evangelio de Juan de San Cirilo de Alejandría, l.9 c. 47, en S. Cirilo de Alejandría, Operum divi Cyrilli Alexandrini episcopi tomi quatuor, quorvm postremus nunc recens accedit, ex graecis manuscriptis exemplaribus fideliter latinitate donatus (Basilea 1546), col. 480: «Inspiravit enim in faciem eius spiraculum vitae, id est spiritum Filii. Filius enim vita est, in esse omnia continens. [...] Non est igitur factum diuinae substantiae spiraculum anima hominis: sed animato potius homini et propriaetati naturae, utriusque (anima dico atque corpore) consummatae quasi sigillum naturae suae creator spiraculum vitae, id est spiritum sanctum infixit, quo ad primitiuam homo pulchritudinem reformabatur, et ad imaginem creatoris reducebatur» («Pues inspiró en su rostro el aliento de vida, es decir, el espíritu del Hijo. Pues el Hijo es la vida, que contiene todas las cosas en el ser. [...] Por tanto, el aliento de la sustancia divina no se hizo alma del hombre, sino que más bien al hombre ya animado y consumado en la propiedad de su naturaleza, de ambas partes (digo alma y cuerpo), el Creador le imprimió como un sello de su propia naturaleza el aliento de vida, es decir, el Espíritu Santo, por el cual el hombre era reformado a su primitiva hermosura y reducido a la imagen del creador»).
- ↑ Cf. el comentario al capítulo 3 del Génesis de Ruperto de Deutz, en su De sancta trinitate et operibus eius Lib III, In Genesim III. Ruperto de Deutz, Libri XLII de operibus sanctæ Trinitatis (Coloniae 1528), f. 27v: «Nunc autem cum ita dicat, sed et serpens erat callidior cunctis animantibus terrae que fecerat dominus deus. Et deinde subiungit, qui dixit ad mulierem etcetera. Libera nobis relinquitur facultas asserendi, quod non serpens presertim a diabolo corporaliter inuadente possessus, in paradiso fuerit, sed mulier corpore et oculis uaga dum incontinenter deambulat, forte prospectans, qualis extra paradisum mundus haberetur, et serpens, utpote astutus, dulcedini terrae propius uel ambiciosus innititur, locus diabolo datus est, et occasio porrecta unde tentaret» («Ahora bien, cuando así dice: “pero la serpiente era más astuta que todos los animales de la tierra que había hecho el Señor Dios”, y luego añade: “la cual dijo a la mujer”, etc., se nos deja libre la facultad de afirmar que no fue en primer lugar la serpiente, poseída corporalmente por el diablo invasor, la que estuvo en el paraíso, sino que fue la mujer, errante con el cuerpo y los ojos, que deambulaba incontinente, quizá observando cómo sería el mundo fuera del paraíso. Y la serpiente, por ser astuta, más familiarizada con la dulzura de la tierra o más ambiciosa, se apoyó en eso. Fue dado lugar al diablo y se le ofreció la ocasión para tentar»).
- ↑ El texto de la página 66 dice «perdonasses», pero la fe de erratas del f. 2v corrige por «perdonasse».
- ↑ En la página 68 se lee «proueer», corregido en la fe de erratas a «por ver».
- ↑ El lenguaje del «abrazo» y «beso» para describir la unión mística con Dios, típico de la tradición cisterciense, especialmente San Bernardo. Sobre todo, en sus Sermones sobre el Cantar de los Cantares. Creemos que el mejor ejemplo puede ser el siguiente, que además tiene un guiño a la obra más conocida de San Juan de Ávila, el Audi Filia. Está tomado del Sermón VIII sobre el Cantar: «Sed audi etiam de Patre, quam amanter quam que dignanter et filiam eam nominat, et nihilominus tamquam nurum propriam ad Filii blandos invitet amplexus : AUDI, FILIA, ET VIDE, ET INCLINA AUREM TUAM, ET OBLIVISCERE POPULUM TUUM, ET DOMUM PATRIS TUI, ET CONCUPISCET REX DECOREM TUUM» («Pero escucha también cómo el Padre la llama [al alma] hija con tanto amor y con cuánta dignación, y sin embargo la invita como a su propia esposa a los tiernos abrazos del Hijo: “Escucha, hija, y mira, y presta oído; olvida tu pueblo y la casa de tu padre, y el Rey se enamorará de tu hermosura”») S. Bernardo de Claraval, Sermones super Cantica Canticorum 1, editado por J. Leclercq, C. H. Talbot y H. M. Rochais (Roma 1957), 41.
- ↑ En la página 71 se lee «entrapado», corregido en la fe de erratas a «entrampado».
- ↑ Aunque la Biblia no menciona expresamente que la Ley fue dada en el monte Sinaí «cincuenta días» después del Éxodo, esta cronología se deduce de los textos. Según Éxodo 12, la salida de Egipto ocurre el 14 del mes de Nisán; y en Éxodo 19:1 se afirma que los israelitas llegaron al Sinaí «en el tercer mes» tras la salida. Contando aproximadamente cincuenta días desde la Pascua y añadiendo los tres días de preparación (cf. Éx 19:11), la tradición judía y cristiana ha identificado la entrega de la Ley con la festividad de Shavuot o Pentecostés, celebrada precisamente cincuenta días después de la Pascua.
- ↑ En la página 80 se lee «sean», corregido en la fe de erratas a «serán».
- ↑ Cf. San Agustín, Enarrationes in Psalmos, Enarr. II sobre el Salmo 30, en S. Agustín de Hipona, Octavvs tomvs opervm Divi Avrelii Avgustini hipponensis episcopi, continens enarrationes in Psalmos mysticos VIII (Basileae 1529), 108: «Et erunt duo, inquit, in carne una. Sacramentum hoc magnum est, ego autem dico in Christo et in ecclesia. Fit ergo tanquam ex duobus una quædam persona, ex capite et corpore, ex sponso et sponsa. Nam unitatem personæ huius miram et excellentem, commendat etiam Esaias propheta. Nam loquens etiam in eo Christus in prophetia ait, Sicut sponso alligauit mihi mitram, et sicut sponsam ornauit me ornamento» («Y serán dos, dice, en una sola carne: este es un gran sacramento, pero yo hablo de Cristo y de la Iglesia. Se hace, pues, como de dos una cierta persona, de la cabeza y el cuerpo, del esposo y la esposa. Pues esta unidad de persona, admirable y excelente, la recomienda también el profeta Isaías: pues hablando también en él Cristo en profecía dice: Como a esposo me ciñó la mitra, y como a esposa me adornó con ornamento»).
- ↑ Cf. S. Agustín de Hipona, Nonus tomus operum D. Aurelii Augustini Hipponensis episcopi : continens illius tractatus hoc est, expositiones ad populum factas in Nouum testamentum : cum aliis uarii generis opusculis. (Basileae 1542), col. 6: «Intuentes quod modo audiuimus ex lectione Apostolica, quod animalis homo non percipit ea quae sunt spiritus dei, et cogitantes, in hac ipsa praesenti turba charitatis uestræ necesse esse ut multi sint animales, qui adhuc secundum carnem sapiant, nondumque; se possint ad spiritualem intellectum erigere» («Considerando lo que ahora hemos oído de la lectura apostólica, que el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, y pensando que en esta misma presente multitud de vuestra caridad es necesario que muchos sean animales, que aún sienten según la carne y no pueden aún elevarse al entendimiento espiritual»). Concilio de Orange II, Can. 7, DS 377: «Si quis per naturae vigorem bonum aliquid, quod ad salutem pertinet vitae aeternae, cogitare, ut expedit, aut eligere, sive salutari, id est evangelicae praedicationi consentire posse confirmat absque illuminatione et inspiratione Spiritus Sancti, qui dat omnibus suavitatem in consentiendo et credendo veritati, haeretico fallitur spiritu, non intelligens vocem Dei in Evangelio dicentis: “Sine me nihil potestis facere” (Jo 15, 5); et illud Apostoli: “Non quod idonei simus cogitare aliquid a nobis quasi ex nobis, sed sufficientia nostra ex Deo est” (2 Cor 3, 5)» («Si alguno afirma que por la fuerza de la naturaleza se puede pensar, como conviene, o elegir algún bien que toca a la salud de la vida eterna, o consentir a la saludable. es decir, evangélica predicación, sin la iluminación o inspiración del Espíritu Santo, que da a todos suavidad en el consentir y creer a la verdad, es engañado de espíritu herético, por no entender la voz de Dios que dice en el Evangelio:” Sin mí nada podéis hacer” y aquello del Apóstol: “No que seamos capaces de pensar nada por nosotros como de nosotros, sino que nuestra suficiencia viene de Dios”»).
- ↑ La fe de erratas señala una puntuación y capitalización diferente en estas palabras de la página 84, «obra aquello» por «obra.Aquello».
- ↑ Cf. Homilía 75(74) de San Juan Crisóstomo sobre el Evangelio de Juan, en S. Juan Crisóstomo, Opera Divi Ioannis Chrysostomi III (Parisiis 1546), f. 75r: «Paracletus autem quem mittet pater in nomine meo, ille uos docebit. Fortasse quae dixi, non intelligitis, sed ille manifestus magister erit» («El Consolador, que el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará. Quizá estas cosas no os resultan claras ahora, pero Él es un maestro claro de ellas»).
- ↑ Cf. De Spiritu Sancto de San Basilio (c. 14, n. 31), en S. Basilio de Cesarea, Traité du Saint-Esprit, editado por B. Pruche (Paris 1947), 166: «Ἦπου νηπίας φρενὸς πανταλῶς τοῦτο, καὶ παιδὸς τινὸς ὡς ἀληθῶς γάλακτος δεομένου, ἀγνοεῖν τὸ μέγα τῆς σωτηρίας ἡμῶν μυστήριον· ὅτι κατὰ τὸν εἰσαγωγικὸν τῆς διδασκαλίας τρόπον, ἐν τῇ κατὰ τὴν εὐσέβειαν γυμνασίᾳ πρὸς τὴν τελείωσιν ἐναγόμενοι, τοῖς εὐληπτοτέροις πρῶτον καὶ συμφεροτέροις ἡμῖν κατὰ τὴν γνῶσιν ἐστοιχειώθημεν τοῦ οἰκονομούντος τὰ ἡμέτερα» («Esto es señal manifiesta de una mente infantil, y como de un niño que verdaderamente necesita leche, el ignorar el gran misterio de nuestra salvación: que, según el modo introductorio de la enseñanza, siendo conducidos en el ejercicio piadoso hacia la perfección, fuimos primero instruidos con aquello que es más fácil de recibir y más útil para nosotros según nuestro conocimiento»). En este caso, no disponemos de referencia a una obra contemporánea que pudo haber utilizado el Maestro, de modo que citamos por una edición crítica actual.